
Las
sensaciones primeras del recién nacido se refieren a su cuerpo. El
malestar o el bienestar, las impresiones táctiles, las movilizaciones y
desplazamientos (el acunamiento), las sensaciones visuales y auditivas,
etc., le proporcionan informaciones que poco a poco le servirán para
distinguirse del mundo exterior y posteriormente para identificarse a sí
mismo. El esquema corporal, que puede entenderse como una organización
de todas las sensaciones relativas al propio cuerpo (principalmente
táctiles, visuales propioceptivas) en relación con los datos del mundo
exterior, consiste en una representación mental del propio cuerpo, de
sus segmentos, de sus límites y posibilidades de acción.
Le
Boulch (1973) lo definió con bastante acierto como < una intuición
global o conocimiento inmediato que nosotros tenemos de nuestro propio
cuerpo, tanto en estado de reposo como en movimiento, en relación con
sus diferentes partes y, sobre todo, en relación con el espacio y con
los objetos que nos rodean>. Coste (1980) nos aclara cómo se
construye y cómo se manifiesta, puesto que se trata del < resultado
de la experiencia del cuerpo de la que el individuo toma poco a poco
conciencia y constituye la forma de relacionarse con el medio con sus
propias posibilidades>. Por tanto, es evidente que el esquema
corporal no se nos da con el nacimiento, sino que su elaboración se va
construyendo por medio de múltiples experiencias motrices, a través de
las informaciones sensoriales (propioceptivas, interoceptivas y
exteroceptivas) de nuestro cuerpo. Para Wallon (1959), en este sentido,
es . La clave de su construcción reside, para él, en hacer concordantes
las percepciones visuales y cinestésicas (también posturales) que
tenemos de nuestro cuerpo.
El
esquema corporal constituye pues, un patrón al cual se refieren las
percepciones de posición y colocación (información espacial del propio
cuerpo) y las intenciones motrices (realización del gesto) poniéndolas
en correspondencia. En otras palabras, teniendo una adecuada
representación de la situación del propio cuerpo se pueden emplear de
manera apropiada sus elementos para la realización de una acción
ajustada al objetivo que se pretende. La conciencia del cuerpo nos
permite elaborar voluntariamente el gesto antes de su ejecución pudiendo
controlar y corregir los movimientos.
Como
nuestra actividad es constante, el esquema corporal se enriquece con
nuestras experiencias, de manera que no puede considerarse un dato
inmutable una vez construido, sino maleable dentro de su relativa
permanencia. A esto se refiere Ajuriaguerra cuando afirma que el esquema
corporal, con el aporte de las sensaciones táctiles, cinestésicas,
laberínticas y visuales < realiza, en una construcción activa que
maneja constantemente datos actuales y pasados, la síntesis dinámica que
proporciona a nuestros actos y a nuestras percepciones el marco
espacial de referencia donde toma su significación> (citado de
Murcia, 1990).
Inseparablemente
ligada al concepto de esquema corporal se encuentra la noción de imagen
corporal. Seguramente, con frecuencia utilizamos estos dos términos
como sinó”muñeco en miniatura” nimos y pensamos que el esquema corporal
es como una especie de igual a nosotros mismos que existe en nuestro
pensamiento y sobre el que podemos identificar y situar cada uno de sus
elementos. Esto es la imagen corporal que ha sido ampliamente estudiada a
través de la representación gráfica en el dibujo de la figura humana
(Koppitz, 1976). El esquema corporal sobrepasa la noción de imagen y se
asienta en la conciencia de sí mismo. No es un concepto de unidad como
integración de partes corporales, es el eje de la organización de la
propia personalidad, lo que mantiene la conciencia, la relación entre
los diferentes aspectos de uno mismo (Berruezo – Del Barrio – García
Núñez, 1993).
Como
afirman De Lièvre y Staes (1992), “el esquema corporal es el
conocimiento y conciencia que uno tiene de sí mismo en tanto que ser
corporal, es decir:
- Nuestros límites en el espacio (morfología);
- Nuestras posibilidades motrices (rapidez, agilidad…);
- Nuestras posibilidades de expresión a través del cuerpo (actitudes, mímica);
- Las percepciones de las diferentes partes de nuestro cuerpo;
- El conocimiento verbal de los diferentes elementos corporales;
- Las
posibilidades de representación que tenemos de nuestro cuerpo (desde el
punto de vista mental o desde el punto de vista gráfico…)”
-
El
esquema corporal puede considerarse, pues, como una estructura que
evoluciona siguiendo el principio de jerarquización que rige el
desarrollo de la actividad mental, según el cual las funciones más
recientes se asientan sobre las más antiguas, y así sucesivamente.
Podemos distinguir cuatro etapas en su desarrollo: la de movimientos
espontáneos, la sensoriomotora, la perceptivo motora y la de proyección
simbólica y representación. Las tres últimas etapas, como se ve,
coinciden (aunque la última llegue más allá) con las fases que hemos
diferenciado en la Educación Infantil y con la orientación de objetivos
para el trabajo de psicomotricidad en estas edades.
Los
elementos fundamentales y necesarios para una correcta elaboración del
esquema corporal, que abordaremos a continuación, son: el control
tónico, el control postural, el control respiratorio, la lateralización y
la estructuración espacio-temporal.